domingo, 30 de marzo de 2008

Ámonos con la amoto!

Ayer por la tarde-noche no tenía plan inminente, así que decidí despejarme dándome un paseo para ver las amotos que vienen al GP de Motociclismo de Jerez. Soy motero de corazón, a pesar de que lleve ya unos años "enlatado" y sin amoto, pero esos 11 años recorriendo carreteras en mi vespita han dejado huella en mí.

Cuando decido darme un paseo es del estilo de Forrest Gump: empiezo a andar un largo trecho, pensando en mis cosas. Ayer, por ejemplo, decidí irme andando a la Pza. de España desde mi cubil caletero, desde ahí en la línea 1 hasta el Estadio, y luego vuelta andando, esperando a que aparecieran M. y A. para tomarnos algo. Pero el paseo decidí que fuese lo más motero posible. Es decir recorriendo todas las tiendas de motos y lugares típicos de concentración de los moteros visitantes para imbuírme en el ambiente (eso, y el cuajo que habitualmente tengo me obligó a pasar 3 veces por la Glorieta Ingeniero La Cierva porque se me había pasado una tienda, menos mal que iba solo...).

Mis paseos muchas veces provocan en mí la evocación de tiempos y lugares pasados, así que ayer, como no podía ser de otra forma, me evocó a la época en que era motero activo. Entre otras cosas recordé un GP de Motociclismo al que fuí y que, si no ha sido el más caótico que ha habido, si es el que yo recuerdo más caótico.

Partimos un grupo de moteros post-adolescentes desde Cádiz (motos de 75 y 125 cc en su totalidad) con la sana intención de colarnos. Si señó, en aquella época no andábamos muy boyantes económicamente que digamos ya que éramos todos estudiantes, así que íbamos a la aventura (pa variar). Lo primero era el viaje hasta el Circuito, una pasada, todas las vías repletas de motoristas con buen rollito. Íbamos bizcos con tanta moto alucinante pasándonos por todos los lados, ya que nuestra velocidad media era patética comparada con la del resto del personal. Cuándo íbamos por la autopista llegando al circuito empezamos a ver coches aparcados en la misma ¡en plena autopista! de gente que no había tenido más remedio que dejar el coche allí, ya que el atasco era una pesadilla. Cuando llegamos al parking del Circuito empezamos a recorrer la pista de albero para buscar un hueco. Estábamos en ello cuando yo, que iba el primero, me vi sorprendido por uno que salía de improviso, así que apreté los frenos de la vespa y encogí los hombros esperando el golpe en mi trasera de mi amigo J., que venía rozando mi matrícula para variar. Sentí un alivio cuando no sentí el golpe... y vi a J. arrastrándose por el suelo a mi altura, con moto incluida. Había frenado de golpe y derrapó de la rueda delantera. Resultado: la maneta del cambio rota y un bollo en el depósito de combustible. Obviamente, según él, la culpa era mía por no haberme comido al que salió de improviso... en fin.

Una vez depositadas las motos en una esquinita procedimos al plan principal: intentar colarnos. Eso es más sencillo decirlo que hacerlo. Empezamos a recorrer la valla perimetral del circuito, pero yo no sé de donde habían sacado tanta gente, cada par de metros o así había bien un policía nacional, un guardia civil, un securata... vamos, que imposible. Visto que el plan había fracasado, había que entrar. Ya que estábamos allí no podíamos quedarnos fuera, así que nos fuimos a una entrada que estaba en el 5º pino, abonamos el tiquet de Pelousse (para el que no sepa lo que es, la pelousse es como el gallinero en el teatro... pero sin asiento).

La hora que terminamos entrando provocó una serie de consecuencias, entre las que podemos destacar que necesitábamos agua para el calor sofocante que hacía, y que no había sitio en ninguna zona de Pelousse para colocarnos.

El agua la pagamos a precio de Moët y empezamos a buscar un sitio en el suelo de alguna zona de pelousse para sentarnos. En esto vemos que la gente empieza a saltar una valla que da a un terraplén entre dos curvas y nos dijimos: adelante!. Saltamos la valla y nos colocamos en la pendiente. Pendiente que solo tenía un sentido de circulación posible: hacia abajo, ya que era imposible volver a subirla, pero eso no era un problema, al menos en ese momento.

En unos minutos se llenó aquella zona, y en unos minutos más empezó a aproximarse la policía por la parte inferior para echarnos, pero como la recepción no fue muy amistosa y era imposible volver a subir, nos dejaron tranquilos allí.

Desde allí pude admirar el pilotaje de uno de mis pilotos favoritos de 500: Kevin "pajarito" Schwantz. Es la típica persona que es un "artista" en lo suyo. No ganaba muchas carreras que digamos, pero era un espectáculo ver como conducía. Allí lo veíamos venir tumbado saliendo de una curvas a izquierdas, levantar rueda trasera para meterse en una cerrada a derechas, hacerse la pequeña recta hasta la curva a derechas siguiente tumbado y haciendo el caballito, volver a clavar y salir como un cohete hacia adelante. Lo dicho, un espectáculo!

No recuerdo ni quien ganó, pero justo delante nuestra era la zona donde los moteros valencianos le habían preparado una traca al ganador, así que en la vuelta tras ganar lo hicieron parar para encenderla. El helicóptero de la TV se situó por encima y en eso se encendió la traca, pillando al helicóptero en plena explosión. El piloto yo creo que se sintió como en Vietnam, saliendo escopetao como pudo de allí entre el fuego enemigo.

Tras dicho momento tocaba salir, ¿por dónde? por abajo, por el circuito!! Una sensación increíble pisar el mismo asfalto por el que minutos antes rodaban las motos de competición.

Despúes, el viaje de vuelta a casa fue rápido, nos fuimos despidiendo y me di cuenta que iba en reserva, y sin dinero, ya que lo había gastado todo en agua y entradas. Me dio para llegar a casa, pillar dinero... e irme andando a por gasolina!.

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